domingo, 28 de marzo de 2021

Las manos de Sara Olivas

Fotografïa: Paloma Olmos
Esta semana, en el blog, tenemos el honor y el lujo de entrevistar a Sara Olivas. Periodista, gestora cultural y poeta, ha participado y gestionado eventos poéticos de Valencia, como Versillos a la Mar, Versat I Fet, De andar por casa y A pies de página. También ha sido la ganadora de la segunda Edición del Certamen de Videopoemas Poemágenes, en su edición de 2019 y del Certamen de Relatos Beatriu Civera, del Ayuntamiento de Valencia, en su edición de 2020. Se trata de una poeta joven que acaba de publicar su ópera prima, titulada “Las manos” en Valparaíso Ediciones. Desde muy pequeña ha sentido la necesidad de escribir y hoy tenemos la fortuna de poder entrevistarla. 

Pregunta: Dicen que la infancia es la patria de los poetas. Cuéntanos en primer lugar, un recuerdo de tu infancia.

Sara Olivas: Mi infancia no fue una infancia feliz, pero a pesar de ello, hay recuerdos que están grabaditos en cada rinconcito de mi memoria como, por ejemplo, los veranos en el pueblo con mi abuela. Si pudiera elegir, me quedaría con ellos.

Pregunta: ¿Qué es para ti la poesía?

S.O.: Me cuesta definir algo que creo indefinible. Para mí la poesía es un medio de comunicación, un medio de expresión. Una forma de explicarme el mundo en el que vivo y ponerle palabras. Desde siempre me ha costado mucho enfrentarme al cara a cara y usaba el folio para poder decir lo que no podía o no me atrevía a decir. Ahora mismo, no puedo entender mi vida sin la poesía.

Pregunta: Descríbenos el lugar donde escribes habitualmente.

S.O: No tengo espacios ni horarios específicos. Hay días que pienso que me vendría bien ponerme un horario de oficina para sentarme a escribir, que solo así sería capaz de terminar todo lo que tengo empezado y todo en lo que estoy trabajando, pero, por lo general, me sirve cualquier espacio. La cama, el escritorio, el sofá, un bar, una cafetería o la playa. Siempre escribo. Da igual dónde esté. Aunque es cierto que necesito silencio. Mucho silencio.

Pregunta: ¿Y un lugar donde te gustaría escribir?

S.O: Como dijo Virginia, reivindico una habitación propia, una casa propia, únicamente para mi gato y para mí, y por supuesto, dinero para adquirirla.

Fotografía: Paloma Olmos
Pregunta: ¿Tienes algún ritual a la hora de escribir?

S.O: Ninguno. No soy de rituales. Cuando tengo ganas de escribir, lo hago. No puedo salir de casa sin algún libro, una libreta y un bolígrafo. ¿Eso cuenta como ritual?

Pregunta: ¿Qué te inspira a escribir poesía?

SO: Leer. Leer mucho. Sobre todo a compañeras y a autoras. Cuando la gente dice que no se siente inspirada para escribir me pregunto si leen. También me pregunto si piensan que la inspiración llega como un milagro, como un pajarillo que se posa en tu hombro y te susurra al oído los versos que, en ese momento, crees perfectos, pero que luego los verás realmente espantosos. Por desgracia, eso no ocurre. Los milagros se persiguen, como todo en la vida. Esa es la clave. Ah, y vivir. Vivir también me inspira.  

Pregunta: Te he conocido a través de las Redes Sociales, por las cuales te mueves con bastante soltura. ¿Qué te parece el maridaje Redes Sociales – Cultura – Literatura?

S.O: Me parece perfecto si sabes gestionar todo lo que ello implica. Mucho odio, mucho hater, mucho ego, mucha envidia, pero también todo lo contrario, mucho amor, mucha sororidad y mucha gente maravillosa que si no fuera por las redes no conocerías nunca. Es cierto que, a veces, sufro un cierto amor-odio con ellas, pero no puedo quejarme. La mayoría de trabajos me han llegado por esa vía. De hecho, la editorial me contactó al haberme encontrado por Instagram. Me gusta ser activa en redes, las disfruto. En los momentos que he sentido ansiedad por ellas, me he escondido, me he dado un tiempo y cuando he estado preparada he vuelto a empezar. Y así, con todo.

Pregunta: Sueles publicar bastante en las redes sociales. ¿No te da miedo demasiada exposición en las mismas?

Fotografía: Paloma Olmos

SO: Es un debate constante en mi vida. Miedo es una palabra muy grande. Me da miedo la muerte, la inestabilidad mental, el maltrato, el machismo. Posiblemente, la exposición a las redes pueda derivar a algo de esto, entonces sí que me daría miedo y decidiría irme para siempre o para un ratito al menos. Desde hace un tiempo a ahora, soy más cuidadosa con lo que publico, no por miedo o por entrar en debates y polémicas, eso me da igual, sino por cuidarme a mí misma. Hay gente que se esconde tras avatares e insultan o se creen en pleno derecho de entrar a tu casa a criticar, opinar o menospreciar. Estoy en el proceso de no entrar en discusiones vacías y estúpidas con gente que no me conoce de nada. Ahora, les abro la puerta y les invito a salir con asertividad, educación y una gran sonrisa.

Pregunta: Eres una persona culturalmente inquieta. Has participado y gestionado eventos poéticos de Valencia, como Versillos a la Mar, Versat I Fet, De andar por casa y A pies de página. ¿Qué es lo que te mueve a ello?

S.O: Supongo que es vocación. Cuando terminé la carrera de periodismo me di cuenta que no era lo mío, que lo mío iba más allá y estaba relacionado con la cultura. Descubrí el máster de gestión cultural y me apunté. Desde ese día hace ahora cinco años. Organizar y gestionar eventos es mi profesión, precaria, pero profesión al fin y al cabo. Me mueve la pasión por lo que siento y por lo que hago. Podría decir que me mueve el dinero, pero estaría mintiendo y no me enseñaron a decir mentiras. No puedo estar quieta y me cuesta mucho parar. Ese es mi modus operandi. Mi cabeza va a mil siempre y en ella las ideas fluyen como agüita de río. Algunas ideas se llevan a cabo y se convierten en proyectos, y otras se apuntan en la libreta y se dejan reposar para más adelante o quizá para nunca, pero ahí están y ahí se quedan.

Pregunta: En la actualidad participas en un espectáculo: Las sin rostro. ¿En qué consiste?

Fotografía: @nilinephoto

SO: Las Sin Rostro es el sueño de mi vida. Bueno, uno de los sueños de mi vida. Las Sin Rostro surgió gracias a un encargo de la Biblioteca Pública de València, especialmente, un encargo de Néstor Mir. Me presentó la oportunidad de organizar un recital sin normas ni límites y llamé a algunas compañeras con las que me apetecía formar e iniciar algo. Sorprendentemente, todas dijeron que sí. Y montamos este espectáculo. Las Sin Rostro es un espectáculo poético y escénico donde poesía, voz y cuerpo toman la palabra en un mismo espacio y tiempo. En Las Sin Rostro, pretendemos fomentar la escucha activa encima del escenario. Somos seis mujeres vestidas de negro, en escena, sentadas en sillas, reivindicando y poniendo voz a las que se quedaron sin ella, a las que no pudieron hablar, ni denunciar, ni vivir. En el recital, tocamos temas sensibles como la violencia machista, la violencia sexual, los trastornos de la conducta alimentaria, el maltrato, etc. En definitiva, temas que, por desgracia, nos ha tocado vivir. Es un proyecto que está en continuo crecimiento y expansión. No es el mismo espectáculo ahora que el que se vio en octubre en la Biblioteca Pública. En el arte creemos en el ensayo - prueba - error y en ello estamos, probando, apostando y creciendo juntas. Sin embargo, Las Sin Rostro va más allá. No se queda solamente en un simple espectáculo. Es un grupo en el que, además de trabajar, estamos a gusto, compartimos poemas, charlas, aprendizajes, nos apoyamos las unas a las otras, aprendemos, nos nutrimos y aportamos sin pisarnos ni juzgarnos. Es maravilloso.

Pregunta: ¿Qué recuerdo guardas del primer premio literario que ganaste?

S.O: Del primero no lo recuerdo porque seguramente fue en educación primaria o infantil. El que tengo más cercano y creo que el más importante hasta la fecha es el Premio de Beatriu Civera de Certamen de Relatos. Recuerdo que no cogí el móvil a un número muy largo (nunca suelo contestar a números extraños o que no tengo guardados) y una amiga me habló por whatsapp diciendo que, por mi madre, cogiera el móvil. Me dio a entender que había ganado el certamen, pero yo seguía sin creerlo y hasta que no me llamó la propia concejala de igualdad, Lucía, no me lo creí del todo. Por un lado, me dio rabia porque ya era la segunda vez que ganaba un concurso y me enteraba por terceras personas, pero por otro lado, sentí mucha emoción y euforia. Por primera vez, vi que mi esfuerzo obtenía una recompensa, ya que ha sido mi primer premio en el que he ganado algo más que las gracias, ya me entiendes. Después, comencé a preguntarme porqué yo o si se habían equivocado, porque, seguramente, mi relato no era tan bueno como para merecer el primer puesto. El llamado “síndrome de la impostora”, algo con lo que tengo, tenemos que lidiar, en muchas etapas de nuestra vida.

Pregunta: Acabas de publicar tu primer poemario, denominado “Las manos”, en Ediciones Valparaíso. Háblanos de él.

S.O: Me cuesta hablar a mí misma de Las Manos. Me cuesta definirlo. Os diría que David Trashumante, en el texto que escribió para la contraportada del libro lo dice todo, pero aún así, haré un esfuerzo para hablar de él. Las Manos es mi primer y, espero, que no último libro. Las Manos es un homenaje a mi abuela y a todas las mujeres manchadas que hay en el mundo. Un homenaje a la tierra, al esfuerzo, a la casa, a los cuidados. Las Manos también es una denuncia a la sociedad machista en la que, por desgracia, vivimos. Un canto a la esperanza de esa niña que creció en la casa sin tejado y que, poco a poco, ha tenido que construirse sus muros para no morir de frío, ni de miedo, ni de soledad. Es una búsqueda continua de esa identidad perdida. Una puerta abierta a la felicidad y al amor propio. Un puntito de luz en esa oscuridad aprendida desde la infancia.

Pregunta: En tu poemario es un eje fundamental, tanto en lo literario, como en lo personal la entrañable figura de tu abuela. Todos hemos tenido una abuela que nos ha querido y a quien hemos querido. ¿Descríbenos cómo era tu abuela?

S.O: Mi abuela fue mi madre. Prudencia era una mujer menuda y con chepa, algo que siempre me llamó la atención de ella. Tenía chepa porque se había pasado toda su vida trabajando, agachada, en el campo. Prudencia era una mujer manchega que se casó con el amor de su vida y tuvo cuatro hijos. El amor de su vida murió en un accidente de trabajo y tuvo que dejarlo todo y empezar de cero en Valencia, sola y con cuatro hijos. Mi abuela fue una gran mujer. Era una superheroína a la que no le agradecí en vida todo lo que hizo por mí, las veces que me salvó. Podía con todo y siempre le ponía una sonrisa. Preparaba unos postres riquísimos, me recogía a las cinco del cole, veíamos juntas la novela mientras hacía los deberes, me llevaba al médico, me compraba juguetes, veraneaba conmigo en el pueblo. Mi abuela fue uno de los pocos seres de luz que he tenido en mi vida. Solo por ella ha merecido la pena nacer. Y cualquier palabra o poema que le dedique se le quedará corto, siempre.

Pregunta: Si extrapolamos el argumento de “Las manos” a cualquier familia media de la sociedad en la cual estamos viviendo, de principios del siglo XXI, ¿podríamos decir que el tema de fondo de tu poemario sería la falta de comunicación entre las personas, especialmente entre los miembros de cualquier familia?

S.O: No especialmente. Es cierto que en mi familia no había comunicación de ningún tipo, pero eso no es lo que resalta en el poemario. El tema de fondo es una clara denuncia a la situación machista y patriarcal que viven todas las mujeres dentro del ámbito familiar y del cuidado.

Pregunta: “(soyyoyosoy¿soyyo?)” Háblanos de tí, Sara: ¿Quién es Sara Olivas? ¿Cómo eres?

S.O: Es una pregunta más compleja de lo que parece. En el poemario, desde la primera página hasta la última, trato de entender, comprender y descifrar esa pregunta. Creo que aún no lo he conseguido. Soy joven, podría decir. Me queda toda la vida por delante para seguir conociéndome, podría decir. Según mi currículum soy periodista, gestora cultural y poeta. Según mi espejo, soy de pelo corto y castaño, bajita, con los ojos marrones y las manos pequeñas. Y para terminar, diría que, de buena, soy tonta.

Fotografía: Paloma Olmos

Pregunta: “Las niñas como yo imaginan una casa con tejado...” ¿Cómo te ves, cómo te imaginas que serás dentro de veinte o treinta años?

S.O: Me cuesta verme porque ni siquiera sé lo que voy a comer mañana o si dentro de tres días mis pulmones decidirán dejar de respirar. Dentro de veinte años tendré cuarenta y siete. Parecen muchos ahora mismo. Una eternidad. Sin embargo, si hago el esfuerzo, me gustaría verme en mi propia casa, una casa en mi barrio de toda la vida, El Cabanyal, con un trabajo estable, o medianamente estable de lo mío, viviendo de la escritura, con encargos, con un buen compañero a mi lado, por fin, e hijas.

Pregunta: Después de “Las manos”, ¿Con qué nos sorprenderás?

S.O: No me gusta desvelar en lo que estoy trabajando ahora porque siento que si hablo mucho las cosas no salen. Supongo que he heredado algunas supersticiones de mi abuela. Estoy escribiendo mucho, aunque a veces crea que no doy lo suficiente (soy muy autoexigente y poco compasiva conmigo misma). Otro poemario, una obra de teatro, una novela corta y todo lo que se me ocurra. No quiero ni busco sorprender a nadie, dejo que sea la vida la que me sorprenda a mí.

Pregunta: ¿Cómo te gustaría que te recordasen?

S.O: Como una persona que luchó por lo que quiso y lo consiguió, a pesar de todo y de todos.

Pregunta: Vamos a hacer un pequeño juego de palabras. Dinos

Un lugar: Cualquiera que no sea mi casa.

Un poeta: Francisca Aguirre.

Un actor: Asier Etxeandia.

Un cantante: Ahora mismo, C. Tangana o Nathy Peluso.

Un libro: Cualquier libro que sea de poesía. Los lagos de Norteamérica de José Daniel Espejo, por ejemplo, me tiene obsesionada ahora mismo.

Una canción: ¡Cambia! de C. Tangana.

Una comida: Tortilla de patatas.

Un poema: Frontera y Oficio de tinieblas, ambos de Francisca Aguirre.

Un postre: Tarta de queso o de zanahoria.

Un domingo ideal: En una terraza al sol con amigas.

Un sueño por cumplir: Vivir de la escritura.

Compartirías un atardecer con... Mis amigas o cualquier persona con la que pueda mantener una conversación interesante y divertida.

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